Mesas de Versalles
Lujo y ostentación en el Palacio de Versalles
Versalles, siglos XVII – XVIII: un lugar, una época.
El rey de Francia Luis XIII, en 1623, ordena una pequeña construcción en medio del bosque que convirtió en su refugio de caza y, en 1632, compra el dominio de Versalles para hacer construir un palacio. En 1643 fallece y Versalles queda en el olvido hasta que su hijo Luis XIV (el Rey Sol) lo redescubre y es él quien hizo levantar el nuevo y fastuoso Palacio de Versalles, cuya construcción empezó en 1661. Y lo que fue en principio un refugio de caza, se convierte en un espectacular Palacio Real. Suntuosidad palaciega tanto por sus magníficos materiales como por su lujosa decoración (mármoles, telas preciosas, joyas….)
Trasladó allí la Corte en 1682, y lo convirtió en el centro del poder de Francia y segunda capital.
Se engalanó con numerosas obras de arte para demostrar la gloria de Luis XIV, que se imponía como el mayor soberano de Europa.
El esplendor de Versalles se vería aumentado en el reinado de Luis XVI y su esposa María Antonieta, presentando un nuevo arte de vivir, siendo el teatro de una brillante civilización.
La vida en la Corte era todo lujo, grandeza, vestidos de gran magnificencia, celebraciones, cenas y continuas fiestas… El mayor interés para los cortesanos era tan sólo ser invitados a cenar en la mesa del rey.
Y mientras tanto el pueblo moría de hambre…
Distintas visiones de una mesa versallesca
Creo que puede resultar atractivo recrear el ambiente de Versalles en la decoración temática de una mesa. Para ello, he propuesto a diez amigas, que compartimos nuestra pasión por la decoración de mesas en Instagram, que reflejaran el lujo y la ostentación de esa época en una mesa de su creación.
En este artículo os presento sus fantásticas puestas en escena junto con las notas que me han hecho llegar sobre sus creaciones, a lo que iré incluyento, asimismo, mis comentarios y relatos sobre detalles y anécdotas palaciegas.

Teresa nos comenta el significado de sus detalles:
Mi inspiración es María Antonieta en su juventud, cuando se casa con 14 años con un marido que sólo conocía por un portarretrato. De ahí que en mis servilletas haya uno pequeño vacío, como el vacío al que se enfrentaría sola y sin familia en una corte extranjera.
Frente a la opulencia y barroquismo que luego ella potenció, añado unas copas rosas y unas rosas de pitiminí en el centro, haciendo referencia a esa niñez perdida.

Teresa basa su mesa en María Antonieta, mujer elegante en su forma de caminar, estatua de la belleza cuando está de pie, y es la gracia en persona cuando danza, según dijo Horace Walpole, el cual estuvo en su boda.
Archiduquesa de Austria, al casarse con Luis XVI de Francia, en 1770, se quiso llevar con ella a su maître Chocolatier, ya que cada mañana, y como costumbre, María Antonieta desayunaba una taza de café con croissants recién hechos por su pandero real personal.
Aunque se cree que el croissant es francés, en realidad su origen data del s. XVII en Viena, y quien introdujo su consumo y elaboración en Francia fue María Antonieta. Por tanto fue María Antonieta quien lo hizo popular en la alta sociedad francesa.
Aunque se cree que el croissant es francés, en realidad su origen data del s. XVII en Viena, y quien introdujo su consumo y elaboración en Francia fue María Antonieta. Por tanto fue María Antonieta quien lo hizo popular en la alta sociedad francesa.
Teresa nos muestra en sus servilletas ese vacío, muy bien representado con ese diminuto portarretrato, al que se enfrentaría ante un país desconocido. Este romanticismo, Teresa sabe transformarlo en detalles de elegancia, un gran barroquismo con esa sobredosis de glamour en todo lo expuesto en su mesa.
La mesa Opulencia y barroquismo refleja buen gusto, al mismo tiempo que lujo y extravagancia, que era lo que se vivía en esos años tan difíciles y revolucionarios.
Copas rosas y rosas de pitiminí recordando esa niñez perdida, con flores como protagonistas indiscutibles y colores claros. Les acompañan elegantes candelabros y velas, tan utilizadas en esta época.
Teresa ha sabido representar de una forma espléndida una época y todo un personaje como lo fue María Antonieta.

Silvia nos detalla la realización de su mesa:
Sobre una base de seda antigua en tono rosa, he colocado un mantel de hilo bordado a mano con motivos de uvas y flores.
He intentado recrear la naturaleza en ella, a modo de las obras pastoriles que hacía la reina María Antonieta y su pasión por las flores.
Bajoplatos de cristal para reflejar la luz, al igual que las copas talladas, cubiertos dorados emulando bambú y cubiertos de pescado grabado con mariposas y flores. El busto es del conocido escultor Mariano Benlliure, el cual capta el ideal de belleza femenina.

Silvia nos muestra una época llena de luz, de elegancia, dorados y refinamiento, pero recargada al mismo tiempo. Con un mantel sublime de lino con calado Richelieu, bordado a mano con motivos de uvas y flores. En esa época, los tejidos que se utilizaban eran los brocados, sedas y tafetanes (entre otros) que se cosían con hilo de oro y plata.
También nos ha querido recrear la naturaleza con obras pastoriles como lo es, y de gran belleza, el cubierto de pescado (con ese grabado de mariposas y flores).
En el centro de la mesa destaca un suntuoso busto, acompañado de unos elegantes candelabros. La mesa se completa con una vajilla blanca con dibujo floral, muy francés, acompañada por un precioso plato con pasteles que le da un toque coqueto y refinado.
Según los miembros de la Revolución Francesa, María Antonieta era una mujer frívola y voluble, despilfarradora y de gustos caros que ignoraba la situación de pobreza y miseria que estaba pasando el pueblo (si bien esto no era tal y como lo interpretaron -vale la pena abundar en la historia real de la monarca). Asimismo, el poder revolucionario apeló a la supuesta gran influencia política sobre su marido, debilitando la figura de ambos. Luis XVI fue tildado de poco brillante y se refirieron a Mª Antonieta (la austriaca) como la manipuladora que quitaba ministros para así favorecer a sus amigos.
Coqueta como era, la monarca francesa contaba con múltiples vestidos y era amante de realizar grandes fiestas en las que las mesas resultaban exuberantes, mesas en las que los juegos de cartas no podían faltar.
Éste es un mundo tan barroco como rococó que Silvia María nos ha sabido ofrecer en una magistral decoración de mesa como la que habéis podido disfrutar.
Mesa «Flores y faisanes»
Presentada por Silvia Díez Orellana
(Jerez de la Frontera)

Silvia nos explica cómo montó su mesa versallesca:
Monté esta mesa con vajilla francesa, ya que está inspirada en el Palacio de Versalles. Este conjunto monumental fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979 y es una de las obras más hermosas del arte francés del siglo XVII.
Antiguo pabellón de caza de Luis XIII, los faisanes del centro de mesa hacen alusión a este aspecto cinegético, y las flores a sus bellísimos jardines.
Por tratarse de un gran palacio, símbolo de la gloria de Francia, puse mucho empeño en elegir como mantel una tela que estuviera a su altura, y este brocado tan espectacular me pareció ideal para la ocasión; al igual que el juego de copas con dorado, unas francesas y otras de cristal veneciano. Los cubiertos de plata, así como los candeleros dorados y las velas corinto contribuyeron a crear el ambiente palaciego de esta mesa.

Jacques Levron, en su libro La Corte de Versalles, nos cuenta que para cada comida de Luis XIV se necesitaban los servicios de 498 personas: Dos guardias marchan los primeros, los siguen, el ujier del salón, el maître d´hotel con su bastón, el gentil hombre panadero, el inspector general, el empleado inspector del oficio, los oficiales que llevan las viandas, el maestro de cocina y el guarda vajilla. Detrás de ellos otros dos guardias de su Majestad cierran la marcha.
Un cortejo formado por 15 personas marchaban por pasillos y salones del suntuoso Palacio hasta llegar a la mesa real. A cuantos les cogía el paso del cortejo con la comida tenían que inclinarse, costumbre que permaneció décadas y era de cumplimiento obligatorio.
Pero tales exquisiteces (que copiaron el resto de las monarquías europeas) llegaban frías a la mesa real después de pasar por interminables pasillos y salones.
Pero tales exquisiteces (que copiaron el resto de las monarquías europeas) llegaban frías a la mesa real después de pasar por interminables pasillos y salones.
Toda una costumbre y ritual hasta llegar a una mesa tan espléndida como la que Silvia nos presenta digna de un rey como fue Luis XIV.
En ella podemos ver faisanes, aludiendo a ese aspecto cinegético que ella misma nos comenta (ya que Luis XIV era un gran aficionado a la caza), y flores recordando tan bellos y maravillosos jardines como son los del Palacio de Versalles.
La mesa presenta una perfecta coordinación de colores entre el elegante mantel de brocado y las flores, la vajilla y candelabros, así como el resto de elementos. Un ejemplo de suntuosidad y lujo.
Mesa “Le petit couvert – le grand couvert«
Presentada por Carmen Enseñat Antolí
(Mallorca)

Carmen nos cuenta sobre el Palacio de Versalles:
El legendario Palacio de Versalles siempre estuvo asociado al lujo y la ostentación de la corte francesa de los siglos XVII y XVIII y fue el lugar para la puesta en escena de sus monarcas y sus fastuosas fiestas.
La mesa en Versalles era considerada como un escaparate de poder y es allí donde nace la mesa al estilo francés, con sus excesos y su decoración sobre recargada y donde se servían dos tipos de banquetes, la gran comida, conocida como Gran cubierto, en la que el rey compartía mesa con miembros de su familia, y la conocida como Pequeño cubierto en la que el rey comía solo o, como mucho, acompañado de su hermano.

Carmen nos presenta una mesa digna de un rey como Luis XIV, quien solía almorzar en su habitación solo o, como muy bien nos cuenta, en la compañía de su hermano (ya que era al único al que le permitía sentarse en ella).
Comía según el ritual denominado le petit couvert (o pequeño cubierto) que incluía sólo 3 servicios de 6 platos cada uno, comiendo siempre en público, delante de miembros de la Corte. El comedor no existía y se montaba en la habitación del rey cada día.
A diferencia de la noche, en la que el monarca se dirigía a las diez a la antecámara de sus aposentos para el souper (la cena) que se servía según el protocolo del le grand couvert (o gran cubierto) con 5 servicios sucesivos que se presentaban cada 15 minutos. En la cena si podían tomar asiento en su mesa algunos miembros de la familia real.
La abundancia de los platos indicaba la opulencia real, todo un escaparate de poder como muy bien ha definido Carmen.
En la mesa que Carmen nos ofrece, como podemos distinguir, dos selectas jarras con las que se le presentaban al rey el agua y el vino, porque nunca bebía vino puro (tal y como era costumbre, también, en la antigua Roma).
Platos azul cobalto (color muy versallesco), con motivos alusivos a la época, posan sobre un espectacular mantel de brocado con tono rosa empolvado, cuyo contraste hace que se realcen mucho más tanto el uno como el otro. El resultado, como podéis ver, es magistral.
Se puede observar una salsera, ya que en ésta época se inicia el uso de las salsas con su servicio aparte.
Magníficos candelabros con velas, soperas individuales para la sopa que se presentaba diariamente al soberano… plata y opulencia, con gusto y gran elegancia.
Siendo una mesa con su máxima representación del lujo, finura y suntuosidad.
Mesa “Onírica y evocadora»

Conchi nos dice lo que representa su mesa:
Onírica, evocadora y palaciega ésta es una mesa versallesca donde he intentado plasmar el concepto barroco, refinado y chic francés, donde reinaba lo extravagante y el exceso de ornamentación, con esta decoración recargada, exuberante y detallista en la que cada elemento suma. Aquí la frase más es más y menos es aburrido cobra todo su sentido.
Brocados, encajes, blancos y dorados, y los tonos pastel son los verdaderos protagonistas de una decoración galante que nos trasladan, con sus excesos y elegancia, a las fiestas del Palacio de Versalles.

El hecho de comer en la Corte de Versalles, más que una necesidad vital, era todo un espectáculo, ya que en el petit couvert los hijos del rey y cortesanos permanecían de pie observando como el monarca comía y sólo las damas tenían derecho a sentarse en unos taburetes plegables. Ver comer al soberano era un espectáculo propio de la corte.
La suntuosa comida llegaba a la mesa acompañada de una escena teatral para honrar a su rey: cantantes, artistas, malabaristas y bailarines amenizaban la comida.
Evocando esta elegante puesta en escena, Conchi nos muestra una sopera en la parte derecha (los caldos y sopas eran de costumbre diaria en las comidas del soberano), una salsera en la parte izquierda con un magistral repujado (detalle digno de observar por su belleza) y un candelabro tan apropiado como bello para una mesa como ésta, con su Majestad el Rey montado a caballo.
Pomposidad y extravagancia en una mesa llena, símbolo de riqueza y prosperidad.
Conchi, con esta magnificencia de mesa, tan barroca como ella misma nos cuenta, nos lleva a una época de telas de brocado, en color champagne (como su mantel) y tonos dorados y pasteles, tan de moda en la época.
Mesa «Encajes y porcelana»
Presentada por Pilar González Marticorena
@pilarmarticorena
Gijón

Pilar nos describe su mesa:
Utilizo un mantel marfil y servilletas de puntilla en el mismo color; encima, mantel encaje francés, color burdeos. Bajo plato irregular de latón dorado, platos de porcelana franceses con imágenes de bellos motivos de amor en el jardín, platitos de pan a juego, cristalería labrada y cubertería, muy apropiada para esta mesa, en dorados con dibujo. En el centro de la mesa, una cafetera francesa con bellas flores, en los mismos tonos, que va decorada; figura de ángel de porcelana y cristal de murano (como el frasco de perfume en rosa empolvado), botellas de cristal labradas con bellos tapones, bandeja de plata y espejo y candelabros de varias formas que le dan el toque a la mesa perfectamente para esta decoración con collares de perlas de color. Unos pajaritos sobre una rama dorados nos hacen entrever que podemos estar en un bello comedor mirando al jardín del precioso Palacio de Versalles.

Pilar nos demuestra con esta magistral mesa, una mesa rococó, con un maravilloso encaje calado de color burdeos, una vajilla con motivos de la corte, velas, joyas, unas preciosas servilletas con puntillas…
Como ella muy bien nos describe, rememora una época extravagante, repleta de detalles y ornamentos, recargada y ostentosa, porque así era Versalles, resplandeciente y grandioso, con comidas, fiestas y opulencia cuyo protocolo era diferente según el soberano que reinaba.
Con Luis XVI, nacen las cenas de sociedad las cuales permitían relacionarse con personas mucho más allá de la corte, es decir con otro tipo de personas también de élite en la sociedad, importantes sobre todo en el mundo de la economía y la cultura.
Sus invitaciones eran hechas sin ningún control y muchos de los invitados, a su llegada, no cabían en la estancia.
Cuando el rey terminaba, se recogían todos los platos de todos los comensales, independientemente de si habían terminado o no; y, cuando el rey se levantaba, todos iban detrás. Los que estaban de pie comían, luego, su cena fría.
Tal era la magnitud de comida en las fiestas y banquetes que lo que sobraba se lo comía el servicio, y el resto se vendía fuera de Palacio.
Así era y así nos lo demuestra Pilar con esta espléndida mesa llena de lujo y ostentación.
Mesa “Barroco y opulencia»

Lourdes se pregunta:
¿Qué significa barroco? Profusión de adornos, extravagancia hasta sus más altos límites.
He intentado plasmar todo eso en mi mesa.
Sobre un mantel de animal print, bastante oscuro, he puesto una tela de encaje blanco a modo de camino de mesa, jugando con el uso de la luz y la sombra.
El foco central es un centro muy oscuro, casi negro, con dos angelitos, muy típicos de este arte, cargados con uvas; un jarrón de porcelana blanca con flores pintadas y un joyero a juego. A ambos lados de la mesa, dos candelabros de bronce coronados con ramas doradas y uvas negras. Y un reloj del mismo material
Para recargar más la mesa, dos fuentes de uvas y granadas.
Los platitos de pan son de porcelana china. He hecho una combinación con tres vajillas distintas, cubiertos de pescado de alpaca y cubertería del ajuar de mi madre. Las servilletas en forma de abanico se rematan con un servilletero dorado y plateado. Copas de colores en cristal tallado, unas en color granate y otras en verde, para dar alegría a la mesa.
Como punto final, para representar la opulencia, un collar de perlas y unas rosas marchitas para representar la decadencia de esta época.

Lourdes nos indica la definición del término barroco y nos relata sus decisiones para dejarlo plasmado en su mesa: perlas, jarrón para el servicio del vino, unos angelitos recordando a Luis XIV (católico y de misa diaria), encaje, candelabros y reloj de bronce… y unos platitos de pan de porcelana china con los que aporta el toque de gracia a esta espléndida y maravillosa mesa.
Luis XIV y Kangxi (cuarto emperador de la dinastía Qing en China) intercambiaban conocimientos y ésa es la razón por la que Versalles exhibía porcelana china por todos sus maravillosos salones. En 1689 se documentan 381 piezas en palacio.
Versalles es símbolo de la Monarquía absoluta. Luis XIV era aficionado a grandes ceremonias en cada evento de su vida: coronación, nacimiento de hijos, triunfos militares… todo lo cual conmemoraba con grandes festejos y complicados ceremoniales, logrando dar esplendor a una nación, pero también sumirla en la pobreza.
Y, aquí, Lourdes, con tan espléndida mesa, nos demuestra su decadencia con esas flores marchitas.
Mesa “Marie Antoinette»

Vivi nos comenta:
He querido llamar a mi mesa Marie Antoinette por ser ésta mujer uno de los personajes más influyentes y conocidos de la Francia del s. XVIII. Conocida por su gusto por el lujo y el exceso, María Antonieta introdujo en la moda femenina cambios sustanciales que (siguiendo mi estilo propio) he querido reflejar de alguna manera en ésta composición.
Comenzó a utilizar telas suntuosas adornadas por encajes de Chantilly, hilos dorados y lazos, dando a los vestidos líneas más insinuantes gracias al corsé que resaltaba así las formas femeninas (si bien también optó por ropajes más ligeros y menos recargados para poder jugar con sus hijos, a los que vestía con los mismos). Era amante de los colores pastel y los empolvados, vestía y adornaba sus estancias, asimismo, con vibrantes colores como el fucsia o el amarillo. Sus vertiginosos peinados (pouf), que no eran otra cosa que altísimas pelucas empolvadas hasta la extenuación y adornadas con todo tipo de artificios, fueron igualmente tendencia, no solo en la corte francesa sino prácticamente en toda Europa. Por ello hoy, diríamos que fue la primera influencer de la historia… Todo ello ha inspirado mi composición y ésta es mi interpretación.
La mesa está vestida con un mantel de hilo francés de vibrante color fucsia que he adornado con una mantilla de Chantilly: por un lado atenúa el color y por otro lo adorna. Los dorados vienen de la mano de bajoplatos y candelabros, sobre los que he puesto unos pies de tarta de porcelana francesa, dentada y embellecida por lazos de raso, sobre los que imagino María Antonieta pondría toda clase de dulces, especialmente macarons a los que era tan aficionada. La vajilla es de porcelana Haviland, igualmente francesa. Por último, la sopera es el colofón en el que pretendo resumir todos los elementos antes descritos: me evoca un pouf adornado por múltiples flores, en su mayoría rosas, amarillas y fucsias. Sus líneas rococó, los dorados y sus asas imperiales hacen que sea el complemento perfecto para esta mesa Marie Antoinette.

La mesa “Marie Antoinette”, como Vivi la llama además de explicárnosla con tanta elocuencia, disfruta de los colores que se utilizaban: el rosa pastel, el champagne, los azules, el frambuesas, el gris, el crema y el verde. Por otra parte, ha elegido ese vibrante color fucsia, que tanto caracterizaba a M. Antoinette, así como una refinada mantilla de Chantilly (que Vivi llevaba el día de su boda y que ha sobrepuesto sobre el mantel fucsia dándole un plus de glamour a su creación).
De todos es sabido que Marie Antoniette, como el resto de cortes de su época (y de las anteriores y posteriores) gastaba gran cantidad de dinero en lujos, vestidos, peinados y decoraciones de oro. Como ella misma indica, las cortes extranjeras quisieron emular su estilo. Algunas, como la rusa, fueron más allá que ella en sus extravagancias (y aún siguen manteniendo sus palacios con grandes gastos en, por ejemplo, mantener la cobertura de oro de sus monumentos y esculturas.
Cierto es que uno de sus mayores caprichos era el tan famoso macaron, siempre presente en sus banquetes y fiestas, siendo su postre predilecto, con cuyo nombre llamó a su gato, Macaron. Este delicioso dulce, cuya receta se cree que fue introducida en Francia por Catalina de Medici (de origen italiano y una de las grandes reinas de Francia) logró su popularidad en las cortes europeas a través de Mª Antonieta, quien lo popularizó (y no por hacerlo del pueblo, popular).
Una mesa llena de elegancia y glamour, de lujo y belleza… una mesa sublime.
Mesa “Lujo y suntuosidad”

Concha nos cuenta distintas costumbres en el Palacio de Versalles:
Hablar de Versalles en la época del Rey Sol, es hablar de opulencia, de cristal y reflejos dorados, de animales fantásticos y de frutas exóticas, de arquitectura y colecciones de pinturas, de sedas y brocados, de damas y caballeros con trajes suntuosos, del salón de los espejos y de bailes, de cenas pantagruélicas, servidas por un ejército de lacayos: es decir, del lujo en estado puro.
Con esta mesa he querido representar esa época de esplendor.

Versalles, escenario perfecto para el despliegue de destacados reyes de la historia francesa, se inicia con Luis XIII, seguido por Luis XIV, Luis XV y Luis XVI (con Mª Antonieta). Aunque, como indicaba anteriormente, los protocolos en las comidas y fiestas variaban según el monarca que reinaba. Sin embargo, todos se prestaban a las cenas pantagruélicas, como muy bien nos aporta Concha, que iban acompañadas de rituales.
En el caso de Luis XIV, por ejemplo, la ceremonia que se realizaba cuando el rey solicitaba beber, haciendo una señal y el sumiller oficial gritaba bebida para el rey y, tras una reverencia, se acercaba al sommelier jefe y éste le alcanzaba una bandeja de oro, con una copa cubierta y dos jarras, una con agua y otra con vino (porque su Majestad nunca bebía vino puro). Precedido por el ayudante de vasijas del sumiller jefe, el oficial sommelier llegaba hasta la mesa real, se inclinaban profundamente y procedían a catar el vino y el agua en tazas esmaltadas. El gentilhombre hacía una nueva reverencia, descubría la copa y presentaba las jarras. Tras esto, era el propio rey quien vertía el agua y el vino en su copa mientras que el gentilhombre, haciendo otra reverencia, devolvía el plato de oro al sommelier jefe.
Así transcurrían los 8 minutos que se necesitaban para servir la bebida a Luis XIV.
Concha nos premia con una verdadera obra de arte: la mantelería, heredada de su madre, que cuenta con bordados típicos de Madeira, hechos a mano. Los platos son de porcelana francesa Bernardaud, en dorados tan exquisitos como espectaculares, y… su maravillosa elección para el centro de mesa, con frutas de porcelana de Meissen, hace que esta mesa sea tan bella y suntuosa como Concha nos presenta con tal magnificencia.
Mesa “Gastronómica»

Bet nos explica:
Con esta mesa hemos viajado a la época de esplendor de Versalles, hemos comentado los momentos de la historia donde transcurría, también la gastronomía del momento y las decoraciones de las mesas. Resulta muy divertido reunirnos con amigos y familiares e inspirarnos en cualquier momento de la historia o personaje, para así disfrutar de momentos entrañables y aprender algo de cultura mientras degustamos platos deliciosos.

Bet nos ofrece con su mesa lo que podría llamarse el banquetazo de Luis XIV (el Rey Glotón): sus comidas se transforman en una ceremonia suntuosa y exuberante. Los nobles, por su parte, querían emular el glamour versallesco y buscaban chefs creativos que les aportasen cierta distinción.
Fue el Rey que cambió la gastronomía francesa, transformando la manera de cocinar, por lo que logró que Francia liderase la gastronomía mundial del momento (y siga siendo un cierto referente).
Tenía por costumbre un desayuno ligero y una comida abundante, pero sobre todo por la noche en el grand couvert. Éste era de gran opulencia, ya que consistía en 20 platos: faisán, sopa y/o paté como entremeses, pasteles de pollo, pavo, pato, jabalí, venado, tortuga con arroz y verduras… y, por supuesto, los básicos como las sardinas, las ostras y el salmón.
Por las noches, el buffet en el Salón de la Abundancia de Versalles se dedicaba exclusivamente a bebidas calientes, entre ellas, el delicioso chocolate que llega a Francia desde España cuando su madre, Ana de Austria, se casa con Luis XIII en 1615: así se difunde en toda la corte. Su consumo fue de tal calibre que el rey Luis XIV tiene que regularlo, aunque su madre lo tenía que disfrutar de forma secreta, ya que para ella era toda una adicción…
Pocas son las recetas que existen en el palacio, ya que no se tenía la costumbre de escribirlas, aunque sí se guarda una receta de su padre, elr ey Luis XV, en la que se indica cómo hacer chocolate (él mismo se lo hacía).
La repostería era muy apreciada en la época: en la suculenta mesa de Bet se pueden distinguir deliciosas tartas, pasteles y madalenas, así como merenguitos en copa de cristal, presentados todos ellos con gran distinción, sobre un estiloso mantel de seda, cuyo color champán es característico de la época. Una puesta en escena de suma elegancia.
La sublime mesa que nos ha ofrecido Bet, cómo bien nos ha dicho ella, es un buen ejemplo de cómo la decoración temática de una mesa puede dar pie a una tertulia super entrañable para comentar y opinar entre los comensales.

A lo largo de este artículo habréis podido apreciar cuan variada puede ser la manera y cómo puede reflejarse una temática en la decoración de una mesa, como aquí nos han presentado estas tan estupendas colaboradoras.
Os animo a intentarlo.
A Luis XIV se le recuerda por su frase L´Etat, c´est moi (el estado soy yo), aunque antes de morir dijo: Me marcho, pero el Estado siempre permanecerá.
Mesas de Versalles
por Juana Sanz
@enelpaisdelasilusiones
en colaboración con Betsabé Valle Soto, Mª Concepción Santos Martín, Conchita García Ramírez, Victoria
Rodríguez Moreno, Lourdes Navarro Rodríguez, Pilar González
Marticorena, Carmen Enseñat Antolí, Silvia de la Rosa González, Silvia
Díez Orellana y Teresa Carballo Andrés.